El coral en Bach 2

Vimos en el artículo anterior un mínimo de historia del coral.¡Cuántos detalles podría haber añadido! Pero es de suponer que un grado semejante de implicación con el coral sólo interese a quién tenga poderosas razones para semejante grado de intimidad con el mismo.

Os ahorró pues la historia de cómo fue el desarrollo de su historia en los años que transcurrieron hasta Bach. Aunque la encuentro fascinante, resulta probablemente excesivamente técnico.

Limitémonos pues a detallar cuál era el uso normal del coral vocal en tiempos de Bach. Quizá de allí podamos pasar a algunos ejemplos sonoros y a los variadísimos usos instrumentales.

El ritmo original de cada coral se ignora, igualandose los valores de las notas, salvo muy escasas excepciones. Para todo lo demás, el coral es dependiente en grado sumo del texto con que se canta. Cada final de verso provoca la necesidad de una cadencia, de forma que una cantidad de sílabas diferente va a crear una frase musical diferente, en un sentido que a un oído moderno puede resultarle más fácil percibir como una melodía distinta. También, la acentuación del texto va a ser causa de la de la melodía. Toda vez que los octosílabos parecen ser los versos más comunes, y que el alemán parece tener una estructura de acentos muy basada en débil- fuerte- débil- fuerte, esto nos da una melodía de coral típica dividida en frases de ocho notas iguales -es costumbre escribirlos en negras, comenzando en anacrusa -parte débil- y acabando en una cadencia en parte fuerte en cada octava nota. A todo esto existen excepciones, pero no son numerosas.

Por otro lado, es necesario decir que la calidad de las melodías de coral suele ser escasa: con un registro limitado, para poder ser entonadas por el pueblo, no formado para el canto, y un ritmo de notas iguales, acaban siendo lo que la expresión común llama típicas canciones de misa.

Pero sólo hablo de la melodía propiamente dicha. Imaginad a Bach llegando en domingo al templo. El equivalente luterano del sacristán le diría: «hoy vamos a cantar el coral X con este texto tan alegre». Y Bach realizaría una armonización del coral acorde con el texto. Si al domingo siguiente se cantase el mismo coral con texto distinto, la armonización nueva respetaría ese carácter. Y en el caso de Bach, esa fidelidad al texto llega a la pintura precisa de cada palabra. Su puro talento armónico y contrapuntístico convierten a estas melodías paupérrimas -tienen que serlo, por razones funcionales- en piezas a veces extrañamente conmovedoras, llenas de sentido y expresión. De todo lo cual espero poner ejemplos en el próximo artículo, antes de pasar al coral instrumental.

Crónicas zamoranas 3

Una vez más en el autobús, camino de Madrid. Y una vez más entretengo el tedio del viaje comentando como percibe Zamora alguien criado en una ciudad mayor. En este caso, me extenderé sobre lo que dije en el anterior artículo de este serie: muchos habitantes de Zamora la sienten como una condena.

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El coral en Bach 1

El coral, siempre el coral. Cuantísimo echo de menos poder dar a mis alumnos mejor formación en él, si la LOGSE lo hiciera posible. Entre la producción menos conocida, y creo que es justo decir que peor comprendida de Johann Sebastian Bach están, en mi opinión todas las obras basadas en las melodías de coral. No es extraño. La comprensión de a qué responden, el conocimiento íintimo de su necesidad, quedan lejos de los gustos y costumbres de la actualidad.

Sin embargo, el coral domina la producción bachiana en un porcentaje sorprendente, abrumador. Lo que es más, como puedo corroborar por mi práctica de largos años como enseñante, y también por lo que un su momento sufrí -más bien diré que gocé- en propias carnes como alumno, el coral es fuente de la más asombrosa diversidad, de la más increible flexibilidad compositiva que pueda imaginarse. Y no hay duda alguna que de ese provecho le sirvió al Cantor. Las trazas del uso del coral son inequívocas en su obra. Abundantes, sorprendentes y, ante todo, imaginativas.

Todo lo cual, supongo, debería ganar en sentido si se conoce mejor qué es el coral luterano y cuál es su práctica. Para quien lo desee, ahí va un poco de explicación, que debe arrancar desde la reforma luterana.

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Soy el hombre más feliz

Queridos amigos: he puesto una demora de dos días en los próximos artículos previstos, porque quiero comunicaro algo: M, mi siempre adorada, por fin ha consentido en casarse conmigo. M2, mi hija, contentísima con la noticia, así como cuñi, esposa del hermano de M, y el resto de la familia. Muy pronto, tanto como sea posible, os daré fechas y datos. Por el momento, a todos pido que os alegréis conmigo. Soy muy feliz.

Alegrías que dan los alumnos

No estoy seguro de quién dijo alguna vez que la principal función de los profesores es la de hacerse innecesarios. Si es que de verdad hacemos nuestro trabajo como deberíamos, al cabo del tiempo nuestros alumnos deberían saber tanto como nosotros, o parecido. Y, sobre todo, lo que a mí me parece mas importante: deberíamos haber sido capaces de ayudarles a desarrollar los recursos como para defenderse y crecer por sí mismos. Que tengan y puedan defender sus propios criterios, poco importa si coinciden o no con los nuestros.

Es, por lo mismo una fuente de placer y enorme satisfacción el momento en que un antiguo alumno demuestra que está tan preparado como el que más. Está por un lado la sana alegría que produce el hecho del bien que le haya ocurrido. Y, por otro, la sensación de que los años invertidos en la enseñanza -que van ya siendo algunos- no han transcurrido en balde.

El motivo de todo este exordio es anunciaros que mi antiguo alumno Jorge González ha ganado recientemente el premio de composición «Andres Segovia», con su obra para guitarra Cromático. Premio en metálico, edición de la partitura y la interpretación de la misma el año próximo por parte de los numerosos guitarristas que se presentarán a ese certamen en su próxima edición. No está nada mal. Enhorabuena, Jorge. No será el último.

Hubiese sido cualquier otro alumno y me hubiese enterado del premio sólo al cabo del tiempo. Como ha sido Jorge, me llamo muy poco después de haber recibido él mismo la noticia. No voy a mentir diciendo que no me llenó de orgullo el hecho de la llamada. Casi tanto como el premio mismo. Gracias.

Quizá no sea este mal momento para decir que su hermano David, igualmente ex-alumno mío, e igualmente compositor, acaba de ser padre de una niña preciosa, de la que me ha hecho el honor de nombrarme padrino. Alumnos como estos son de los que te acuerdas en los momentos en que la enseñanza te pesa, para recordar que también hay satisfacciones y que son intensas.

Viajar con ordenador de mano

Algo dije de comentar cómo voy sintiendo esto de escribir en mi ordenador de mano, palmtop, handheld o como quiera que haya que llamarlo ahora. Éste es el cuarto artículo que escribo con él en mi periplo madrileño de esta semana, uno en el autobús a Madrid, tres en el tren de vuelta.

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Inventor de ballenas 2

Hablé én otro artículo del medievalismo que percibo en Crumb. Quisiera explicarme mejor, porque a lo mejor así yo entiendo mejor por qué mi eterna simpatía por su música, por qué mi eterno conflicto con su técnica.

Comencemos por una confesión: artísticamente, el eclectismo me resulta intolerable, y la única bendita excepción es precisamente Crumb. Me parece, en general, una falta de capacidad de decisión, un deseo de agradar a todos sin comprometerse con nadie. Me irrita y pone nervioso en lo teórico. Pero cuando escucho, sin saber previamente del eclecticismo del autor, música de este tipo, me irrito más, y me pongo más nervioso. Parece que el conocimiento previo me anestesia un poco.

Pero nada de esto me ha pasado jamás con Crumb, y hasta hace bien poco no logré entender por qué. Y ahora que creo comprenderlo, mi admiración es si acaso, mayor que antes. Veamos si soy capaz de explicarlo.

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Crónicas zamoranas 2

Este es el primer artículo que escribo en el autobús. No se si será el primero que publique así que vuelva, dentro de unos días, a Zamora, eso sí. El recorrido del vehículo viene resultando por el momento tan exento de sorpresas como siempre, y supongo que el paisaje de las grúas madrileñas, cuando llegue allá, no me va a resultar más atractivo que de costumbre, así que seguramente escriba varios posts en estos días. Alguno, quizá, sobre la extrañeza de escribir en mi ordenador de mano -se hace raro, de verdad-. Alguno sobre la preocupante falta de interés en lo creativo que detecto ultimamente, y no sólo en el terreno musical. Y alguno sobre Crumb, mi inventor de ballenas favorito.
Pero este articulillo pretende ser el segundo de las Crónicas zamoranas. Y en él comentaré, una vez más, algo sobre el comercio en Zamora. Lástima que, en esta ocasión, no es bueno. Y es posible que comente algo sobre el carácter de muchos habitantes de esta ciudad.

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