Mucho temo que en la sección de experiencias profesorales, más tenga que contar de experiencias tristes —normalmente relacionadas con burocracias y padres, y algún alumno tarugo, que los hay—, que alegres. Me resulta por eso gratificante contaros que un grupo completo de alumnos de Fundamentos de Composición, en hazaña muy superior a sus límites compositivos supuestos, y sin haber hablado entre ellos, ni que yo se lo sugiriese, han dado en, cada uno, intentar remedar los catorce cánones sobre las Goldberg. Chicas —y chico—, me habéis conmovido. Intentando superar vuestras fuerzas, las haréis mayores. No creo que Bach hiciera otra cosa. El comienzo es atreverse.
A los de ese grupo, mi comentario no les impresionara: saben que no les vale de aprobado. A otros alumnos, les dará quizá rabia. A los profesores, les dará alguna envidia, que no me da placer alguno. Y a los ajenos al medio, como mucho, os hará gracia. Pero comprended que algún reconocimiento tenía que dar a lo que me parece lo más hermoso de la juventud: el deseo de emular lo excelente.
El aprobado, no os lo garantizo. Tras el curso, llevaros a tomar algo, dadlo por hecho. Hacía algunos años que no me daban una alegría así mis alumnos. Gracias.