Comparación entre un mirlo auténtico y uno de Messiaen


Hace algún tiempo, con motivo de un cursillo sobre Messiaen, tuve ocasión de crear un interactivo, una de cuyas partes era esta comparación entre el sonido real de un mirlo y la versión pianística de Messiaen en los “Petites esquisses d’oiseaux”. Circunstancias sobre los derechos de autor del pianista, del grabador de mirlos y hasta del mirlo en cuestión, supongo que hacen imposible que suba el archivo para que lo uséis a vuestro gusto. No creo en cambio que haya problema alguno en que veáis una grabación de cómo lo empleo yo. Reconoced que es impresionante el parentesco entre mirlo y piano. Más impresionante si recordamos que cada mirlo, contrariamente a otras aves, tiene su propio canto.

Invención a la española



Hay veces que ser profesor de lo mío entraña unas extrañas dudas, quizá no muy fáciles de comunicar. Por ejemplo: estando obligado (moralmente, puesto que pueden examinar a mis alumnos de ello, y casi legalmente) a explicar las invenciones en clase, ¿qué sentido tiene hacerlas fuera de lo bachiano? Encontraría sentido a una invención contemporánea. No se lo encuentro a una invención en jazz (la imitación de estilos debería imitar estilos existentes, y, ciertamente, la articulación formal de la invención no es jazzística), rock, merengue… Si hay que hacer invenciones tonales, deberían ser bachianas.
Y, sin embargo, hay alumnos que carecen de afinidad por Bach.
En esas condiciones, y, seguramente con tan poca razón como con cualquier otro estilo, inventé una vez un trasmundo en que Mateo Flecha y, sobre todo, Mateo Albéniz, eran parte de los ancestros de la invención. Estas cosas te encuentras cuando vas limpiando tu ordenador. El día que suba todas las invenciones “exóticas” que hay en él, tenéis para rato.
No es completamente improbable que alguien tenga curiosidad por la partitura: aquí está.

Geodas: un homenaje a Luis de Pablo



En el año 2000, por iniciativa propia (o sea, sin encargo) compuse una pieza para festejar el septuagésimo aniversario de Luis de Pablo. Es la única pieza que me he atrevido a escribir para piano solo. Tengo con el instrumento una relación de odio cordial y amor picajoso. El barroco en piano me parece desaprovechamiento de barroco y de piano. El clasicismo en piano, casi igual. Es con el romanticismo que el instrumento encuentra su voz. Y son Debussy, Bartok y epigónos (instrumentalmente hablando) los que le dan al piano un sonido maravilloso para mis oídos. Dadme Messiaen, dadme Takemitsu. Siempre odié la idea de escribir para piano pensando en los dedos en lugar de en el sonido (que es lo más frecuente, es lo malo de un instrumento que puede tocar casi todo, que pocas veces se le hace lucir). Por eso, en la pieza he hecho algunas de mis mejores escrituras, y de mis sonoridades más bellas (no pienso pedir perdón porque me guste mi música). Tocable. Lucida. Difícil de narices. A ver si alguien se anima.
La pieza es delicada, sobre todo en el primer movimiento. Requeriría un auténtico piano. Y mi máquina, por algún ignoto duende informático, se niega a tocar los compases 25, 26 y 27 del segundo movimiento.
La partitura puede encontrarse aquí.