Dúplice (3)

Voy entendiendo por qué me está costando tanto escribir esta obra. Cada vez más, en todo lo que escribo, voy buscando lo que en tiempos se llamó el genio del instrumento. Hay que encontrar una forma de escribir en que el instrumento tenga su propia voz. Hace algún tiempo, el chelista Michael Stokes me dijo, refiriéndose a mi obra Anáforas, “la obra se siente bien bajo los dedos”. Quiero escribir así. sentir bien la obra bajo los dedos significa que el instrumentista esté cómodo. O terriblemente incómodo, si es que el pasaje es virtuosístico, pero feliz de lucir su música y sus dedos.
No renuncio a nada. Hay complejidades que nunca serán cómodas. Suele ser posible repartirlas entre varios instrumentos, o producirlas electrónicamente. Y si hay que escribirlas, se escriben, pero que sean escasas. que el instrumento respire y viva.
Concretamente en Dúplice me estaba molestando mucho el uso de cuerdas al aire. Hace menos de una semana reñía a uno de mis alumnos por una obra para guitarra con la sempiterna pedal de mi en la sexta cuerda. Sin embargo, las cuerdas al aire son parte irrenunciable de la sonoridad propia del instrumento. El movimiento que estoy terminando de escribir está, mucho más de lo que quizá parezca, contando con cómo usarlas sin caer en lo manido. Ya os contaré qué tal funciona.
Abro un paréntesis para comentar que uno de los graves problemas del instrumento es que parecemos incapaces de concebir la armonía amplia y el contrapunto más allá de la primera posición. la obra que ahora escribo no pjede tener en cuenta lo segundo, pero sí lo primero. Si hubiera dónde (curioso que “dónde”, en este caso se refiera a un grupo de gente, no a un lugar), me encantaría ayudar a formular una lista de los problemas compositivos que guitarristas y compositores deberían intentar resolver.
Algo que quiero añadir es que la guitarra es tiene cien padres y novecientas abuelas. Tenemos tradiciones flamencas, rockeras, jazzísticas, clásicas, barrocas… Cada vez más encuentro que volver al conocimiento extraordinario del instrumento que tenían nuestros antecesores es lo que llevará a otro nivel la composición para las seis cuerdas. ¡Qué delicia leer una tablatura antigua con ojos de compositor! ¡Cuantas ideas! Y muchas, dicho sea de paso, las aplico hasta en orquestación.
Nada más por hoy.

Análisis 23—II—2011

Hoy, de nuevo, día de dar ideas.
Heterofonía


Láminas

No aparecen por YouTube las muy necesrias «Viatges i flors», o «Las orillas», de Luis de Pablo, ni «Tree line» de Takemitsu.

Dúplice (2)

Fin de semana de trabajo intenso en Dúplice. Va un largo, con más de un guiño a las passacaglias y un comienzo de primer movimiento bastante enérgico. No dejo de estar sorprendido de lo distinto que es mi sistema de trabajo para un instrumento que conozco tan íntimamente. Mis perfiles melódicos están siendo mucho más dependientes de la digitación que nunca. Curiosamente, quizá porque hacía tiempo que no escribía para guitarra, también noto que digito un tanto violinísticamente (y no va mal). En fin, jamás hubiera creído que yo llegara a orquestar piezas después de haber compuesto la sustancia. Claro, que si quiero que grandes secciones del dúo puedan funcionar sin orquesta, no hay mucha alternativa.
Y, por otro lado, echo de menos un grupo grande. Dos guitarras me pueden llegar a proporcionar, sin técnicas extendidas, agregados de hasta doce sonidos. Dispongo sólamente de cinco instrumentos de sonido contínuo (es historia larga) y me parece descompensado. Tengo también percusión y piano, pero no es lo mismo: tal y como los empleo estos dos instrumentos son magníficos para oponerse a los llamados melódicos. Tengo probablemente tantos minutos de bocetos escritos como de música que casi seguro se va a quedar (tranquilos, en esta casa se recicla todo).
Divirtiéndome. Y deseando que la pieza tenga un poquito de éxito. El justo como para salga alguna ocasión de rehacerla con orquesta.
Bueno, mientras escribo esto estoy escuchando la versión Midi de algunos fragmentos del Firilirundero, pieza de la que os hablaré otro día. Se me amontona el trabajo.

Análisis 9-II-2011

Dentro de esta especie de diario que estoy llevando de los análisis de sexto para este curso, hoy debo quedar mal. Casi no hay cobertura hoy -misterios de la telefonía móvil- en el el autobús y no puedo buscar vídeos para ponerlos aquí. Haremos una anticuada lista.

Cuarteto para el fin del tiempo, Messiaen
Liturgia de cristal
Vocalización para el Ángel que anuncia el Fin del tiempo
El abismo de los pájaros
Alabanza a la eternidad de Jesús
Danza del Furor para las siete trompetas
Veinte contemplaciones sobre el niño Jesús, Messiaen
Contemplación del Padre

Poca cosa, sólo apuntar ideas

Dúplice (1)

Hay veces en que todo parece relacionarse. Anoche leía en el blog de Michael Colgrass un artículo sobre si el compositor escribe para sí mismo o para el público. La eterna pregunta. Contestes lo que contestes, estás perdido. Si escribes para tí eres bicho raro, onanista y desprecias al común de los mortales. Si escribes al gusto del público, no tienes una sola idea propia, ni criterio o personalidad para hacer valer lo tuyo.
La respuesta de Colgrass me agradó bastante: comienza por una comparación con las conversaciones, en que supone que nadie habla sin tener en cuenta que hay interlocutores (p. ej., nadie habla en japonés en un grupo de suecos), pero también que nadie —salvo casos extremos de adulación— amolda sus palabras o temás de charla para agradar al de enfrente (bien quisieran mis alumnos que lo que les contara fueran hermosas historias de fantasía). Quién quiera seguir conversando con uno, es elección personal.
Añade que, a él, lo que le gusta es escribir para las personas concretas que son sus intérpretes. Saber que tienen tales facilidades o tales idiosincrasias estilísticas le dicta derroteros que seguir.
Si hubiera añadido que a veces las ideas deben venir más que del instrumentista, del instrumento, estaría completamente de acuerdo. Y quizá, hoy más que nunca. Me encuentro escribiendo un concierto —más bien concertante— para dos guitarras y grupo de cámara severamente restringido —la obra se llamará Dúplice, y espero que se estrene en mayo—. Y me hallo con que mis lenguajes habituales, mis técnicas más queridas, no se ajustan al genio del instrumento. Noto además que dos guitarras son muchas guitarras contra sólo otros siete instrumentos —más teniendo en cuenta mi gusto por las sonoridades amplias—.
Más que nunca en muchos años estoy extrayendo ideas de los propios dedos, de buscar equilibrios de complejidad que no resultan fáciles.
Y como consecuencia, sin dejar de reconocer mi voz, me encuentro escribiendo ideas que jamás se me hubieran ocurrido, no de esa manera, en otro medio. Y hasta de ahí me ha venido la idea principal para la forma de la obra: un movimiento, llamado provisionalmente Guitarreos donde la sombra de la guitarra moldea a todo el grupo y otro en que pasará exactamente lo contrario.
Otro día os hablaré de un cierto cambio que estoy percibiendo en cómo los compositores se plantean su oficio.

Análisis: 2-II-2011

Hoy no ha habido propiamente análisis, sino que he ido dando ideas. Con todo, éstas han sido algunas de las piezas citadas.
Ideas sobre perfiles melódicos y rechazo a la cuadratura rítmica.


Sobre uso de gamas y composición sin escalas.

No a la cuadratura, al menos a veces.


Mínima presentación de la marimba

Y demostración de la existencia de las «Steel Drums»

Creo justo decir que me han dado una buena zurra a preguntas dispersas. Bien.