”Alumnos: guía de avistamiento” pretende ser una serie de posts humorísticos acerca de algunos de los perfiles de alumnos más notables y característicos. No se inventa ningún dato ni tipo de alumno, ni hay intención alguna de ofensa. Procuraré ir alternando perfiles de alumnos “peligrosos” con el de alumnos maravillosos. Espero que os resulte divertido
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solipsismo
- m. filos. Forma radical de subjetivismo según la cual solo existe o solo puede ser conocido el propio yo.
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Es claro que la adolescencia, periodo en que me toca conocer a los más de mis alumnos, es una época en que el sujeto está fuertemente autocentrado. La biología es así, y de nada sirve desear que fuese de otra forma. Pero a veces, la persona en cuestión está tan convencida de ser el centro del mundo, quizá de la galaxia, que su comportamiento hace pensar que ve al resto de la gente, profesor incluido, como fantasmas o quimeras de la propia imaginación, exentos por tanto de la necesidad de prestarles cualquier tipo de atención o cortesía. A fin de cuentas, ¿qué caso vamos a hacerle a una criatura que sólo imaginamos? ¿Por qué esperar que el compañero o el profesor terminen de hablar antes de soltar nuestras perlas de sabiduría? y, sobre todo: ¿por qué intervenir en una clase en la que, a fin de cuentas, sólo existo yo?
El alumno solipsista, en general, se sume en la excelencia de sus propios pensamientos. Sólo toma apuntes si se le indica, a veces ni indicándoselo. Suele realizar los ejercicios antes de leer los apuntes, si es que los lee, confiado en su certero instinto creador… …que suele ser inexistente, lo que le lleva una y otra vez a cometer los mismos fallos. En general, en la clase, se sumerge en una pose de estatua que no romperá así se le haga una pregunta, se le cuente un chiste o se haga alguna actividad. ¿Por qué hacer caso al profesor, que es una no-persona?
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La cortesía es el arte de evitar que nos asesinemos unos a otros
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Si uno se encuentra con un alumno solipsista en clase no es demasiado problemático: jamás intervendrá, pero tampoco dará ningún problema. En general se esfuerzan para suspender y suelen conseguirlo, ya que sus cogitaciones no suelen ser tan eficaces como estudiar los pocos apuntes que se les dan y realizar las tareas asignadas.
Lo terrible es encontrar una clase llena de alumnos solipsistas. Por algún motivo la actitud a partir de un determinado número de ellos, la patología es fuertemente contagiosa. Estar dos o tres horas hablando a un grupo de perfectos maniquíes, que jamás van a contestar a una pregunta, que jamás van a formular una, o que se mantienen impertérritos ante cualquier intento de humor en clase resulta frustrante.
Frustración que le lleva a uno a evitar cualquier tipo de comentario que se salga de lo estrictamente necesario, por lo que uno da las clases con mayor rapidez.
Al cabo de unos meses, o, peor, unos años, el profesor llega a creerse metido dentro de un psicodrama en el que sólo está hablando a un grupo de sombras (¿quizá el contagio del solipsismo llega así?). Resulta fuertemente depresivo, y uno llega a odiar el día de la semana en que le toca ese grupo. Por lo menos en mi caso, la impartición de clases es un proceso de mutua comunicación, no de monólogo.
He tenido en mi vida tres de estos grupos de psicodrama. En el peor de ellos, por los motivos arriba aludidos di todo el contenido de la asignatura en solo medio curso. Como los ejercicios seguían teniendo errores de principiante no adelanté material del curso próximo. Me juré y les juré que sólo iba a contestar preguntas, ya que era obvio que no entendían lo ya explicado. Tras unos tensos tres cuartos de hora en que nadie habló, alguien comenzó a hacerme preguntas… …de su carrera universitaria. Por desesperación, contesté. Así transcurrió el resto de uno de los cursos más desagradables de mi carrera.