Error incomprensible

Por alguna razón que no comprendo aún, cuando iba a escribir el siguiente artículo sobre variaciones mi bitácora había desaparecido. Creo haberla reconstruido —sin la ayuda de Klapaucius, que es el que sabe y que no se hallaba a mano— pero siguen saliendo mensajes, insuficientemente claros, de error. Os agradeceré cualquier aviso de cosas que os extrañen. Gracias.

Carteles sorprendentes VI

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Cada cultura deja en sus monumentos los significados de que se siente más orgullosa. Los faraones hablan en las pirámides de sus victorias. En las catedrales podemos ver ricas muestras de vida espiritual. Los gobernantes se preocupan de ser retratados, y, en esa medida, de transmitir a la posteridad que existieron.
Señores del metro de Madrid, yo comprendo que lo hacen por nuestro bien, pero, ¿de verdad el mensaje que quieren legar a los arqueólogos del futuro es que fumar está prohibido? Ya está, me parece a mí, suficientemente señalizado como para que pongan esta monstruosidad, de cosa de cuatro metros de lado. Otras cosas podrían conmemorarse, desde la penicilina hasta la resolución del teorema de Fermat. Por no hablar del derecho de las mujeres al voto, por ejemplo.
En fin, queda claro cuáles son los valores principales de nuestra sociedad hoy por hoy.

Frustración fotográfica

Como dice el título de este artículo, quiero contaros una frustración fotográfica acaecida en mis recientes vacaciones. La imagen que hubiese querido tomar era la de un cofrade semanasantero, sujetando en una mano su caperuzo, que tenía quitado, y sujetando con la otra a una chica a la que besaba con pasión. Hubiese sido una bonita estampa del lado más humano de estas fechas. También es cierto que la pareja en cuestión hubiese tenido cierto derecho a enfadarse gravemente conmigo.
Desde que vi la escena no deja de rondarme la cabeza el Romance de la misa de amor. Aquí os lo dejo como compensación.

Mañanita de San Juan,
mañanita de primor,
cuando damas y galanes
van a oír misa mayor.
Allá va la mi señora,
entre todas la mejor;
viste saya sobre saya,
mantellín de tornasol,
camisa con oro y perlas
bordada en el cabezón.
En la su boca muy linda
lleva un poco de dulzor;
en la su cara tan blanca,
un poquito de arrebol,
y en los sus ojuelos garzos
lleva un poco de alcohol;
así entraba por la iglesia
relumbrando como sol.
Las damas mueren de envidia,
y los galanes de amor.
El que cantaba en el coro,
en el credo se perdió;
el abad que dice misa,
ha trocado la lición;
monacillos que le ayudan,
non aciertan responder, non,
por decir amén, amén,
decían amor, amor.