Alumnos: guía de avistamiento, 20— El alumno tertuliano

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Alumnos: guía de avistamiento” pretende ser una serie de posts humorísticos acerca de algunos de los perfiles de alumnos más notables y característicos. No se inventa ningún dato ni tipo de alumno, ni hay intención alguna de ofensa. Procuraré ir alternando perfiles de alumnos “peligrosos” con el de alumnos maravillosos. Espero que os resulte divertido

Los perfiles de los distintos tipos de alumno suelen ir repitiéndose. Sin embargo, la sociedad cambia, la educación cambia y a veces aparecen perfiles nuevos. Concretamente “el alumno tertuliano” es un tipo de alumno que sólo he comenzado a ver en los últimos años, si bien es obvio que el alumno de tipo chulesco existía previamente. Tiendo a pensar que, taxonómicamente, es una subespecie de el alumno zangolotino, pero haría falta un Linneo para demostrar esta intuición.

El alumno tertuliano se enfrenta a ti basado en la pureza de sus convicciones, que, siendo profundamente sentidas, no pueden estar equivocadas. No espera a hacer sus ejercicios y discutir luego tu evaluación de los mismos: desde el momento en que explicas que algo se hace de una forma determinada, discute, a voz en grito y sin argumentos que él jamás se plegará a hacer las cosas como le explicas. Él sabe cómo deberían hacerse las cosas.

Tampoco admite el ejemplo de los grandes autores del pasado. Quizá porque son antiguos, quizá porque pretende trabajar menos que ellos. Lo que debe uno hacer, según ellos, es decretar que lo bueno es lo que ellos proponen, e ignorar a gente que no puede sino ser caprichosa y maniática, como Mozart.

Confieso que me parece un tipo de alumno preocupante: ¿disfrutarán de algo que no sea intentar imponerse?
Geografía: Penúltima fila. Las primeras filas son para empollones y gente que quiere aprender. La última, para gente que quiere hacer ver que no está allí. Sólo la penúltima fila es válida para gente de sus fuertes convicciones..

Hábitos: Casi nunca toman apuntes, pero si lo hacen es justo cuando estás contando un chiste o poniendo un ejemplo: van a apuntar la anécdota, el detalle, nunca la sustancia. Posiblemente porque esta es más difícil de ignorar y rebatir.

Etología: Se sientan en el pupitre con la cabeza gacha, miran los apuntes que no toman. Hasta que llegas a un punto de la explicación que ofrece la posibilidad de que tengan que prestar algo de atención al hacer el ejercicio que toque. Entonces giran un poco la cabeza, un par de veces y comienzan sus peroratas. ¿Y eso por qué tiene que ser así? ¿Por qué caer en el peligro de escribir como Bach o Debussy cuando pueden escribir sólo para aprobar? (sic)

Guía de caza: Nunca he sido capaz de cazar a ninguno. Tiendo a pensar que se cazarán, algunos, a sí mismos, si les llega de verdad a interesar más la música que ser el mascarón de proa de la clase.

Anécdotas:

  1. Una vez hice un precioso análisis de un coral bachiano, en que me esforcé por que vieran que Bach escribía de la misma forma que yo les pedía a ellos. Respuesta de una alumna (con chillido): “Bach tenía mucho tiempo libre, yo no”.
  2. Corregía un ejercicio que ya de lejos se veía que era terrorífico. El alumno, al poner sobre el atril del piano su cuaderno y verme la cara, comienza a chillar: “Sí, hago pocos ejercicios porque no quiero hacerlos como tú dices. Y aquí sé que me vas a decir que esto está mal porque no quiero seguir tus reglas.” Yo intento calmarle, hacerle ver que las reglas no son mías y que, en todo caso, siguiendo la lógica de lo que él había escrito podríamos pensar en una mala mezcla de minimalismo e impresionismo, y que no iba a funcionar por esto y aquello. “No, yo no quiero hacer mezcla de minimalista e impresionismo. Quiero que me digas que esto está bien.” A pesar de mis infinitas limitaciones pianísticas sólo puede convencerle toqueteando su ejercicio. Ni siquiera hicieron falta las risas de sus compañeros para que se sonrojara. Y mira que me gustan los alumnos rebeldes, si lo son porque tienen convicciones, ideas o un estilo propio. Pero nunca si lo son porque creen que deben ganar por su personalidad.
  3. El ejercicio era de resolver sensibles, ¿no? No he puesto ninguna para no tener que hacerlo.”

Imágenes de “Presentación de Georges Crumb: inventor de ballenas”

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Bueno, los asistentes a la charla sobre Crumb parecen no haber quedado del todo insatisfechos, y me han pedido que suba las imágenes proyectadas. Helas aquí. La verdad es que ignoro si me han grabado. Si es que sí, y me lo pasan, también os lo pondré.

Grabación del estreno de “Los relatos del barquero”, de Enrique Blanco

barquero

Sobre esta obra escribí, en su momento:

“Los relatos del barquero” es mi propuesta para el XIII ciclo de músicas de los siglos XX y XXI del conservatorio profesional de Salamanca, en el que trabajo.

Consiste en una colección de nueve miniaturas, trazadas con poco más que unas pinceladas, unidas entre sí por el uso de unos títulos más o menos literarios. Ya hay quien me ha pedido que cuente las historias que hay tras cada título, pero lo cierto es que no hay ninguna: invito al oyente a imaginar, si lo desea, la suya propia. Evidentemente, y sobre todo en algún caso, también a mi se me despiertan imágenes, pero no creo que sean mejores que las de los demás.

Los distintos movimientos se titulan:

  1. El oso y la orfebre
  2. Los ojos de la marquesa improbable
  3. Domador de poliedros
  4. La maldición de los Señores del Norte
  5. La fonda del fin del mundo
  6. El guardián de la isla que huye
  7. La estrella de las cosas que aún no existen
  8. El viajero inmóvil (homenaje a Ligeti)
  9. Espejo acérrimo

Doy, como siempre, las gracias a mis compañeros por ofrecerme la oportunidad de que se toque mi música. Y algún año les convenceré, seguro, para hacer un grupo grande.

 

Sobre la obra

Confieso estar algo sorprendido de encontrar el entorno educativo de la música contemporánea cada vez más estrecho y dogmático. Por mi parte abrazo la riquísima herencia de técnicas y posibilidades que se crearon en el pasado siglo, sin renunciar, pese a que sea la nueva norma, a alturas ni duraciones para construir mi discurso. Un discurso, en esta ocasión, que he pretendido amable, como creo que cuadra a una colección de miniaturas. Confieso, eso sí, que el trabajo de quinteto ha sido un tanto desafiante: aficionado como soy a los acordes enormes, frecuentemente en contrapunto polirrítmico con otros acordes igualmente grandes, el disponer sólo de cinco voces me ha llevado a una austeridad armónica un tanto impropia de mi.