Stockhausen

Una figura crucial en el siglo. Alguien que ha sido capaz de encontrar —con mayor acierto o menos— relaciones entre todos los parámetros musicales. Alguien que respiraba música, vivía música, era música. Debo comenzar por reconocer, que sólo algunas de su obras me han afectado profundamente. El canto del adolescente, Gruppen, Octaphonie… y algunas otras. Cuestión de afinidades, supongo. Pero que nadie dude de que se nos ha ido uno de los más grandes, uno de los que importan.
Leo el periódico digital y sólo se hace referencia a su teórica relación con el terrorismo. Copio lo que escribí en un comentario de este mismo blog:
Lo del 11-S. En su juventud, Boulez escribió un artículo en que se decía que «había que volar todos los teatros de la ópera». Eran los 60, en que todo el mundo decía cosas así. Había un contexto, en que se entendía que el motivo era el mal que ciertas costumbres de la programación de ópera hacían a la música. Bueno, el caso es que el 12 o 13-S, Boulez, en Suiza, llega a su hotel, tras dirigir un concierto, y encuentra a dos guardas, que por aquella declaración, le tienen por sospechoso de terrorismo. Pasó la noche en la cárcel.
Mucho peor es lo de Stockhausen. Le entrevistaban sobre su ópera Licht, en la que uno de sus personajes es Satán —un Satán alegórico, claro, la simbología de Stockhausen llevaría bastantes páginas para contarla—. Un periodista, fuera de contexto, le preguntó por si creía en las obras y presencia de ese diablo metafórico que empleaba en su obra. Stockhausen, en lugar de decirle las cuatro cosas que merecía la pregunta, contestó que ahí estaban los atentados del 11-S.
Titulares del día siguiente: «Stockhausen dice que los atentados del 11-S son una obra de arte».
Ese titular le costó a Stockhausen multitud de conciertos, conferencias y alumnos, ya apalabrados. Teniendo en cuenta que ha elegido un estilo de vida pobre, fuera de los círculos artísticos y editoriales habituales, en imitación del Juego de los abalorios de Hermann Hesse, el daño causado le ha hecho pasar situaciones de auténtico apuro físico, sin contar con el odio inmerecido que ha tenido que sufrir. Puedo contar más, pero esa malicia me enferma—la del periodista, claro—.
Algo más de un año después, logró que los tribunales determinasen que el periodista había sido malicioso y que se diera una retractación. Pero el mal es casi irreparable. La gente sigue considerando que es un compositor que apoya a los terroristas, y que todos los creadores son así. No hace mucho un artículo del Mundo citaba el caso, junto con el del famoso niño ahorcado para decir que cualquiera que pinte, escriba o componga es una especie de piltrafa.
Lo que no deja de recordarme que cuando asistía al estreno de La señorita Cristina, de Luis de Pablo, para mi gusto la más hermosa ópera jamás escrita en castellano —la ví cinco veces, no es comentario casual— , alguien del público pedía la cárcel para don Luis, porque no le gustaba la música. Mira que puedo haber leido libros malos, encendido la televisión —nunca una buena idea—, o ver los cuadros que venden en el Corte Inglés, y nunca se me ocurrió pedir la cárcel para su autor, y eso que en algunos casos podría estar casi justificado.
Hay gente que odia a los creadores. Entiendo que algunas cosas puedan no gustar, pero arruinar la vida de alguien, pedir la cárcel para alguien o cosas así, por el mero hecho de crear me resulta despreciable.
Quién quiera documentación, que la pida. Menos de la anécdota de Luis de Pablo, en google anda el resto.

Se hace referencia también a la portada de los Beatles. Espero, quiero pensar, necesito pensar, que alguien hará alusión a su genialidad, su música, su espiritualidad, su misticismo, su personalidad.
Quiero pensar que no vivimos en un mundo mojigato, envidioso y mediocre.

3 comentarios en “Stockhausen

  1. No veo que haya incompatibilidad ninguna en recordar a Stockhausen como el padre de la electrónica, con sus Studies o el Gesang…, la conceptualidad de Aus den Sieben Tage, el protoespectralismo de Stimmung, y un largo etcétera, y al mismo tiempo, que reconozcamos que era un fantastico polemista y provocador, a la vez que casi «una diva del pop». Creo que fue una gran lección que nos ha dejado, nos muestra como los delirios de megalomanía dejan entrever justo el lado mas humano que tenemos, nuestras propias flaquezas

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  2. El mundo es mediocre por necesidad matemática, envidioso por naturaleza y mojigato por educación, estaría bien que fuese de otra manera, pero considerando la humanidad en conjunto no es posible. Eso sí, ambos extremos son realmente intensos.

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  3. La última parte de Licht se estrenó en su versión para orquesta (sin escenificar) en Las Palmas, como colofón final para un festival de música. En el descanso algunos se acercaban para hablar con Stockhausen. Yo apenas hablaba inglés y le pedí que firmara la última página del programa (bella simetría, ya que en la primera aparece una copia de su firma, finalizando un prólogo). Le dije que era una obra fantástica. Fue la primera vez que asistía a un concierto de música contemporánea. Tras escuchar los pocos discos que podía comprar y lo poco que encontraba en la radio. Tenía diecisiete años.
    Al salir oí decir a uno «yo no aplaudí». No sabía mucho de música, pero sí comprendía el gran esfuerzo que supuso esa obra. Me arrepentí de no haberle contestado. Y ahora me arrepiento aún más.
    Siento que se cierra una generación que, en lugar de ser más entendida, se ve como una vieja gloria que no se quiere o puede repetir. Abundan los revisionistas que incluso reniegan de una época que logró acercar la música a una generación perdida que lo mismo escuchaba a Pink Floyd que a Boulez o al propio Stockhausen.
    Ahora no son más que iconos que asociamos más a las anécdotas o a la cultura general (como Ligeti y Kubrick, por ejemplo). Ya se pierde esa figura del compositor-divulgador. O bien tenemos compositores «posmodernos» cuya música no alcanza lo que dicen en ruedas de prensa, o tenemos el resto que están en guetos porque «es contemporánea, ya sabes, que los escuche quien quiera». Y dentro de éste me parece que no existe el mismo ambiente que el de los años sesenta.
    Yo también quiero pensar lo mismo que tú, Enrique. Pero desgraciadamente no puedo.
    Un abrazo y espero que todo vaya bien por ahí.

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