Acaba de morir Stockhausen, uno de los más grandes. Aún después de muerto, sigue el bulo de su terrorismo. Una voz para clamar por su genialidad y su indefensión ante la malevolencia —reconocida— de un periodista.
Acaba de morir Stockhausen, uno de los más grandes. Aún después de muerto, sigue el bulo de su terrorismo. Una voz para clamar por su genialidad y su indefensión ante la malevolencia —reconocida— de un periodista.
Se me olvidó comentar una cosa, pero la pongo aquí porque me parece que pega más con este post. Sánchez-Verdú tiene un pequeñísimo texto a modo de obituario en El País. Aún se puede ver antes de que lo quiten de la edición digital.
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