La sonata pedagógica (1.— Exposición)

sonataHe tenido, en tiempos recientes, el placer de conocer virtualmente, por Facebook a Alberto Royo, músico, profesor y autor del libro “Contra la nueva educación”. El caso es que por aquellas cosas raras del mundo editorial no he podido hacerme con el libro hasta ahora.

Vaya por delante que el libro está muy bien, es muy recomendable y sería necesario que lo leyera con atención una amplia capa del profesorado y de los pedagogos. Todo lo que se dice es sensato y ponderado, con la posible excepción de ciertos temas que son demasiado sangrantes como para tratarlos con calma. A lo mejor un día lo reseño, aunque hay gente mucho más capacitada para eso que yo.

He seguido, hasta conseguir el volumen en cuestión, las variadas discusiones sobre el mismo que se han establecido en diversos foros, absteniéndome tanto como me ha sido posible de opinar hasta no leerlo. Pero lo que me ha llamado sobre todo la atención, es lo que ocurre en estos debates.

[pullquote]La sonata es una forma musical que se caracteriza por la oposición por contraste, de carácter, textura y tonalidad, entre dos temas claramente diferenciados. Una vez presentada su oposición, se desarrollan (extrayendo en principio material de ambos) y posteriormente se reinterpretan, eliminando parte de sus oposiciones, dándonos así a todos un espléndido ejemplo.[/pullquote]Lo primero que he advertido en ellos es una enorme polarización: o uno está de parte de los pedagogos (o “pedajodos”, como dice un colega) partidarios de toda innovación, inteligencia emocional, aprendizaje para la vida y demás, o es un oso cavernario defensor de los castigos físicos en el aula y el maltrato emocional a los alumnos. Y por cierto, que mucha gente no ahorra insultos ni descalificaciones al argumentar. Curiosamente, todos los años, cuando explico la forma sonata, empleo mucho la palabra “polarización”, y se me ocurre que quizá, podríamos presentar los argumentos siguiendo esa estructura.

Grupo temático A: los pecados atribuidos al profesorado

  • Los profesores son autoritarios.
  • Los profesores intentan que el alumno aprenda y memorice, no que viva y se autoenseñe.
  • Los profesores no enseñan creatividad.
  • Los profesores pretenden evaluar a los alumnos, lo que implica, por un lado, su posible frustración, y, por otro, la idea de compararlos entre sí.
  • Los profesores no admiten que todos los alumnos son excepcionales.
  • Los profesores pretenden impartir conocimientos, no competencias.
  • Los profesores no desean usar nuevas tecnologías.
  • Los profesores no tienen suficientemente en cuenta las inteligencias múltiples, particularmente la emocional.
  • Los profesores mandan trabajos para hacer en casa, robando así la infancia del alumno.
  • Los profesores no preparan al alumno para la sociedad ni para el mercado laboral.
  • Los profesores no están actualizados ni desean ser innovadores.
  • La estructura profesor-alumno es jerárquica, lo que se refleja hasta en la disposición del aula.
  • Los profesores no son recompensados por un buen trabajo ni penalizados por uno malo.
  • A los profesores les huelen los pies.

SonataTransición (puente, en terminología antigua)

De más debería estar decir que no todos los profesores presentamos un frente unánime en todos esos frentes. Y de más debería también estar decir que algunas de esas acusaciones, convenientemente matizadas, deben tenerse en cuenta, para llegar a ejercer nuestra profesión de la forma más eficaz posible. Sin duda muchos lo hacemos, y es por ello quizá que el que de repente vengan acusándonos de faltas resueltas hace tiempo, o vendiéndonos como novedad cosas que practicamos desde hace años nos resulta especialmente molesto. De mi, por ejemplo, puedo decir que obtuve hace algunos años un premio a la innovación pedagógica, junto con algunos de mis entonces compañeros. Se trataba de una web con muchísima información útil, grabaciones MIDI (eran tiempos anteriores a YouTube), juegos interactivos, etc…

Tres cosas me irritaron en particular de ese premio:

  1. La asesora de lo que hoy sería el CFIE, que nos incitó a presentarnos al premio, nos decía que lo teníamos ganado si lográbamos aducir una razón según la cual los padres de los alumnos habían colaborado en la creación de la web: acabamos poniendo que muchos padres llevaban en coche a sus hijos a clase, dónde habíamos ido probando (era cierto) diversas partes del asunto con los alumnos. En esa parte del análisis de nuestro invento, se nos puntuó con diez. A lo mejor soy yo el único a quién parece ridículo.
  2. Tras premiarnos, el Ministerio (entonces dependíamos del Ministerio) no consideró conveniente publicar la web. Así que sólo los que la habíamos hecho disponíamos de ella y la podíamos usar con nuestros alumnos. Que tampoco podían acceder a ella desde Internet. He aquí las TICs elevadas a su máxima expresión.
  3. Tras ser premiados, el director del centro nos llamó a su despacho para felicitarnos y decir que la dotación económica del premio le venía muy bien al conservatorio, y que, por eso mismo, no iba a dejar que la gastásemos en material para nuestras asignaturas. Así que, tras tan poderoso estímulo por un buen trabajo, decidimos, darle carpetazo, buitres ansiosos que éramos.

Captura de pantalla 2016-02-29 a las 21.46.52Aporto este caso sólo para que quede claro que de poco vale lo que los profesores hagamos si nos encontramos con que “desde arriba” se nos imponen criterios absurdos, no se nos facilita el material o la difusión necesarias o se nos recompensa de manera un tanto peregrina. Eso queda en manos de gente a la que, por desgracia, hay que llamar “pedagogos”. Me resisto a emplear ese término porque, según la Real Academia, la pedagogía es “en general lo que enseña y educa por doctrina o ejemplo”, cosa que procuro que pase en mis clases, sobre todo lo del ejemplo. Pero si considerarme pedagogo implica que me mezclo con gentes que aparentemente se ocupan de teorías sobre las teorías de las teorías, debo, lamentándolo, excluirme de tan honroso nombre.

Grupo temático B: los pecados atribuidos a los pedagogos

  • Los pedagogos jamás han pisado un aula real. O sólo una en que imparten a otros pedagogos.
  • Los pedagogos nos imponen planes de estudios sin consultar jamás nuestra opinión.
  • Los pedagogos pretenden tratarnos como dicen que nosotros tratamos a los alumnos, evaluándonos, adoptando una posición jerárquica superior, robándonos toda iniciativa y burocratizando hasta el exceso toda la labor docente. Nos mandan también infinitos trabajos para casa (como si tuviéramos pocos) en forma de informes, memorias y programaciones (en las que tenemos que seguir moldes prefijados, con escasa capacidad para la innovación).
  • Los pedagogos se basan a menudo en ideas que son más cuestión de fe que corroborables con la realidad, tanto en términos de científicamente verificables como de adecuación a la sociedad y medios existentes en los centros.
  • Los pedagogos toman la palabra “innovación” como sinónimo de “bueno”. Sin tener en cuenta que toda interpelación entre profesor y alumno que merezca la pena es, por definición, innovadora, dado que cada alumno es distinto y perteneciente a una época distinta, y hay que responder a lo que el alumno plantea. Por no hablar de que innovar, sin más, es fácil (demos, por ejemplo, las clases haciendo el pino). Lo que importa es cómo y por qué se innova.
  • Los pedagogos escriben y amonestan en una lengua incomprensible, que, a veces, pudiera encubrir una total ausencia de significado.
  • A los pedagogos les huelen los pies.

Acabo aquí este artículo: ya acabaré la sonata pedagógica. Aclaro que no quiero adoptar ninguna posición intermedia entre profesores y pedagogos. Me gustaría, eso sí, dejar claras, en cada caso, mis opiniones sobre cada uno de esos temas. Todo vendrá en el desarrollo y la recapitulación de esta sonata. Y, por cierto, os dejo con una sonata pedagógica real que hice como ejemplo para mis alumnos hace tiempo.

9 comentarios en “La sonata pedagógica (1.— Exposición)

  1. Pingback: La sonata pedagógica (2B.— Continúa el desarrollo. Falsa reprise: la educación 2.0) – Potsdam 1747

  2. Pingback: La sonata pedagógica (2A.— Comienza el desarrollo) – Potsdam 1747

  3. Estoy deseando leer el desarrollo, la re-exposición, la coda y todo lo que siga después. Esta sonata me suena de 25 años de docencia. Es cierto que debemos modernizarnos, estar a la altura de lo que los chicos esperan de nosotros, pero no pienso enseñar a tocar el fagot haciendo el pino. Intento estar al día, tanto ahora como cuando ejercí cargos directivos y siempre me topaba con pedajodos y políticos cuya aspiración en lo nuestro siempre era «ser pioneros» de lo que fuera.
    Me alegro muchísimo de haber estado aquí leyendo la exposición, y, es cierto: les huelen los pies.

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