Enseñar a componer (1B— Normas: la parábola del caballo)

Caballo3“Sabe, ¡oh huesped ilustre!, que en la lejana ciudad de Samirkah, situada algo más allá de la cordillera que queda detrás de los grandes ríos, hace mucho tiempo había una enorme afición por las carreras de caballos. Si dos de sus ciudadanos se encontraban, tarde o temprano, pero generalmente temprano, se ponían a juzgar los méritos relativos de los diferentes equinos que solían correr en el hermoso Hipódromo que ocupaba las veces de la plaza mayor. Fortunas enteras se dedicaban a las apuestas, y no era raro el padre que en la carrera de la mañana apostaba y perdía a su mujer y sus hijos, para encontrar que en la carrera de la tarde los había recuperado. O quizá a otra mujer y otros hijos, pues tales son los albures del juego. Uno ha de mirar sólo lo ganado y no entrar en discusiones con la diosa Fortuna que no pueden sino acabar mal”

“En una ocasión el Voivode de la ciudad quiso proporcionar a sus habitantes un espectáculo mejor que de costumbre, e hizo acudir de todos los rincones de la Rosa de los Vientos a los más afamados entrenadores y domadores: en el plazo de un año habían de competir entre sí, con caballos tomados de lo más selecto de las caballerías del magnate. Incomparable habría de ser el espectáculo de ver competir tan nobles bestias, mejoradas por los cuidados de los eximios caballistas, los cuáles, tan tentados por el honor de la victoria como por la rica bolsa ofrecida por el jerarca, resolvieron dedicar sus mejores esfuerzos para alcanzar el éxito. Y no es ello de extrañar, forastero, pues quién diga que los dulces le amargan, escaso entendimiento debe tener en la sesera.”

“De la lejana Troya vino Héctor,  a quién el propio Homero aplica el epíteto de «domador de caballos». Llamando a los mejores magos de la ciudad para que le enseñaran en sus cristales videntes los más destacado triunfos que se habían dado en el Hipódromo de Samirkah, estudió las victorias y barruntó sus conclusiones. La media de altura de los equinos victoriosos era, aproximadamente, vez y media la de un pony vigoroso. Tomó pues al caballo Pharanikos, algo más alto de lo conveniente, e hizo que le limaran los cascos hasta alcanzar la altura apetecida. El día de la carrera el animal, desafecto a los cuidados de Héctor, salió cojeando y corrió muy despacio, dejando en mal lugar a su entrenador, que sin embargo recibió elogios de la crítica, por su enfoque científico e innovador. Yo, amigo mío, de números entiendo poco, pero sólo un necio despreciaría a quién los tiene por diaria compañía.”

“Vino de Asgard el astuto Loki, que eligió al caballo Sleipnir. De la misma manera que Héctor,  hizo acudir a los magos de la ciudad que, contentos de cobrar dos veces por el mismo trabajo, volvieron a mostrarle en sus mágicos aparatos las victorias más sonadas. Loki tomó nota de los puntos precisos en que los caballo tomaban las curvas, de las zonas en que los adelantamientos eran más propicios, e hizo que Sleipnir los memorizase hasta que, como llegó a comprobar, era capaz de hacerlo con los ojos vendados. Pero quiso la Fortuna que el día de la carrera el trazado del Hipódromo fuese alterado, y el caballo se estrelló contra el primer seto que no hubiera debido estar allí, perdiendo así toda posibilidad de victoria. La técnica de adiestramiento fue, sin embargo, muy alabada por los entendidos, por su  enorme respeto a la tradición. Y es que, ilustre huésped, no es cosa de ir cambiando las cosas buenas del pasado por costumbres que, a lo peor, van a ser caprichos pasajeros.”

Caballo2“De Macedonia llegó el gran Alejandro, que se hizo cargo de Bucéfalo. El cuidador, hombre corpulento él mismo, quiso, sobre todo, fortalecer al caballo, de suerte que vino a ponerle unos pesos en las patas, para que en cada carrera sus zancadas alcanzaran mayor potencia. Ensoñaba el hombre que una vez quitados los pesos la criatura más que correr, volaría. Cada semana doblaba la carga, de suerte que las energías del noble bruto llegaran a ser incomparables. Pero quiso la anatomía que los huesos del solípedo un día no toleraran el lastre exigido y se quebraran, por lo que el caballo no llegó a tomar la salida. Los críticos dijeron que la técnica era irreprochable, y que Alejandro tuvo mala fortuna en no encontrar caballos más sólidos. E hicieron bien: nadie tiene la culpa si una idea felicísima no se amolda a la realidad.”

“De Roma llegó Calígula, que eligió al caballo Incitato. Dicho animal poseía algunos defectos que a veces se dan en tales tierras, tales como tener un cuerno como los del narval en la frente, y que de su lomo salieran un par de alas con las que era capaz de volar velocísimo. Poco amigo de fantasías, Calígula hizo limar su cuerno, y atar las alas a sus lomos. El bruto, más acostumbrado a los aires que a las carreras, nunca llegó a alcanzar gran velocidad y llegó de los últimos a la meta. El noble Calígula fue, sin embargo, muy alabado también por su respeto a la tradición. Hicieron bien los sabedores en lisonjearle: ¡dónde andaría el mundo si permitiésemos que unos caballos fueran distintos de otros! Así es como comienzan las revueltas, cuando la gente no se conforma con el lugar que el destino les ha dado en suerte.”

 ”De Camelot vino Arturo de Bretaña, quién quiso probar un sistema distinto. Hombre voluntarioso y de naturaleza noble, razonaba que si al caballo se le dejaba hacer lo que quisiera, cuando llegará la hora de la verdad, su equino corazón sabría dar su mejor esfuerzo. Así, el caballo Hengroen fue regalado con los bocados más sabrosos, se le llevaron las más seductoras yeguas para que se refocilara, y sólo de vez en cuando se le llevaba al estadio, donde unas veces corría y otras no, según fuera su capricho. Al llegar el día de la competición Hengroen se prendó de la yegua de uno de los mílites que engalanaban el evento, y a ella que no a la carrera dedicó su esfuerzo.  Los sabedores embargo, se deshicieron en elogios sobre la felicidad y libertad del corcel durante su entrenamiento. Saben bien los dioses, forastero, que vida como la de tal jamelgo quisiera para mi.” 

Caballo“El profesor Franz de Copenhague tuvo el enfoque más original. Sostenía que el propio concepto de carrera estaba caduco y enfocaba las mentes del público de forma cerrada, sin permitir su expansión. Comenzó pues a enseñar a su caballo danza interpretativa, con la idea de que el animal se exhibiera en lugar de correr. Pero llegó a barruntar que el propio concepto de caballo estaba obsoleto, así como el de entrenamiento. Tomó pues un cerdo de las Reales Cochiqueras y diole a elegir entre diversas artes. Comoquiera que el marrano atinara a hozar unos pinceles, se le proporcionaron lienzos en abundancia que hubieran sido exhibidos el día de la carrera, de no ser porque uno de los ayudantes del profesor sentía incontrolables apetitos de jamón. La crítica no dejó de lamentar la desgracia, pues de seguro que los estímulos producidos por el puerco habían de llegar a cambiar el curso de la historia.”

“¿Qué quién ganó la carrera? Amable forastero, os tenía por hombre más instruido, pues es bien que el hombre versado en viajes lo sea también en saberes y comprensiones. Pero como quizá sea el comienzo de vuestro viaje, y no os haya dado tiempo aún a acumular conocimiento adecuado, os diré que un palafrenero, de quién la historia no ha guardado el nombre, tomó a uno de los buenos caballos de las Caballerizas Reales, lo alimentó lo mejor que pudo y lo ejercitó a fondo, tras medir sus características individuales —pues hasta los caballos son individuos— y logró que su animal llegará el primero a la meta. Pero eso cualquiera hubiera podido hacerlo, y no supone apertura alguna para la mente, ni novedad para el esparcimiento del pueblo. Ningún mérito pues, con razón, le dieron los jueces, y aún se habló de molerlo a palos por haber ensuciado el espíritu del acontecimiento.”

“Nada dijo el Voivode tras la carrera. Es quizá porque supo que jamás volvería a presenciar acontecimiento tan notable que mandó derruir el Hipódromo y construir en su lugar un centro comercial, así como prohibió que jamás volvieran a celebrarse carreras durante su reinado o el de sus sucesores. De sabios es conservar el carácter único de cada evento.”

El espíritu de la parábola creo que está claro, así que no lo voy a explicar, ya tendré futuros artículos para comentar cosas. Por supuesto la comparación de alumnos con equinos es totalmente respetuosa, y jamás se me ocurriría de otra forma, mucho menos aún compararlos con otro tipo de équido. Durante la redacción de esta parábola no ha sido dañado ningún animal.

3 comentarios en “Enseñar a componer (1B— Normas: la parábola del caballo)

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  3. Juas, una parábola soberbia, y que refleja muy bien lo que hemos empezado hablando en el anterior post. Entre los «innovadores» que miedo me dan, los «motivadores a base de caramelos», los «arreadores de ganao»…vamos listos, Enrique, vamos listos…

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