Veinte años (y 2)

Escribí el post anterior del mismo título viniendo, muy cansado, del trabajo. Costu, con gran cortesía, me consuela de la amargura que destila el laconismo del texto. Quizá sea mejor que me explique.
Me encanta mi trabajo, me ha encantado siempre, sobre todo con alumnos que se dejan enseñar. A este respecto hay cuatro tipos de alumnos:
— Los que muestran desde el principio pasión e interés: una gozada.
— Los que desconocían la materia, pero según la van conociendo se convierten en alumnos del tipo anterior.
— Los que, movidos por unas u otras causas cumplen con lo mínimo.
— Los irreductibles.
Los dos últimos tipos suelen sumar más del cincuenta por ciento de las clases: eso cansa.
Creo haber logrado con el tiempo dotar a mis clases de una metodología y unos contenidos muy particulares y atractivos. Las limitaciones impuestas por la necesidad de atenerme a normativas tales como la LOGSE me impiden realizar un trabajo auténticamente innovador. Si se me puede acusar de pretender tener algunos grupos de alumnos como conejillos de Indias para realizar la prueba de si mis ideas funcionan, contestaré que no otra cosa, con menor fundamento y conocimiento se realiza con las aludidas normativas. Eso también cansa.
Ordenadores, PDAs, pizarras electrónicas, impresoras y acceso a Intenet en cada aula…, comparten características con Sherlock Holmes y Orfeo: son seres de ficción. De nuevo, cansancio.
Formación continua: posibilidad de remozar mis conocimientos o aportar el escaso o enorme granito de arena del que sea capaz por medio de trabajos de investigación. Se me ofrecen hermosos curso de informática —lástima, ya sé manejar un procesador de textos o un programa de edición de partituras— o de otras cosas nada específicas de mi especialidad. La posibilidad de conseguir un año sabático para un proyecto de investigación es sólo ligeramente superior a la de que me toque la lotería. Si algo de bueno he conseguido en estos años quedará sin explorar y sin escribir. Cansancio.
Quejas de alumnos del tipo cuatro (ver arriba), de sus padres… Pocas, pero siempre crueles y malintencionadas (en razón de su propia falta de fundamento, que solo deja pie al ataque personal). Cansancio.
Puesto que todos los profesores de Conservatorio somos, aparentemente, capaces de todo, impartición de asignaturas que no corresponden a mi vocación, a veces ni a mi preparación. Cansancio.
De vez en cuando, no tan infrecuentemente, uno se encariña con alumnos y alumnas que muestran interés, pasión… A los pocos años desaparecen de mi vida. Cansancio.
En conjunto, no me quejo. Los buenos ratos han sido más que los malos. En algunos sentidos (en menos de los que se atribuyen a los profesores) me considero privilegiado. Tengo recuerdos muy buenos y un inmenso orgullo por los logros de muchos de mis ex—alumnos. Sólo quisiera, por un año, no tener que impartir clases, para tener una renovada energía ante los otros veinte años que quedan antes de mi jubilación. O al menos algo de libertad para impartir lo que creo y sé que sería mejor y más efectivo. Para terminar, un vínculo, si no del todo relacionado, curioso.

8 comentarios en “Veinte años (y 2)

  1. Hola, Enrique. Me alegro de volver a ver este blog con vida. ¡Hace tiempo que no sabemos el uno del otro! Yo llevo un poco de experiencia enseñando algo de español a extranjeros. No conozco, por suerte o por desgracia, el acoso de un plan docente ni lo que supone una reforma en el sistema educativo, pero sí he tenido algunas experiencias poco agradables. Intento que me importe poco, pero no cobro por esas clases así que los agravios típicos de la profesión suelen desmotivarme bastante.
    Aun así, y desde la poca experiencia que tengo, creo que siempre hay frutos. Siempre habrá gente que vuelva para darte las gracias. Me recuerdas mucho a un profesor que me enseñó mucho más que física y matemáticas y sé lo que es eso. Y algunos comentarios en este blog son prueba de ello.
    Un saludo y cuidate! A ver si un día hablamos por email si estás menos liado 🙂
    Carlos

    Me gusta

  2. Hola, Enrique. Me alegro de volver a ver este blog con vida. ¡Hace tiempo que no sabemos el uno del otro! Yo llevo un poco de experiencia enseñando algo de español a extranjeros. No conozco, por suerte o por desgracia, el acoso de un plan docente ni lo que supone una reforma en el sistema educativo, pero sí he tenido algunas experiencias poco agradables. Intento que me importe poco, pero no cobro por esas clases así que los agravios típicos de la profesión suelen desmotivarme bastante.
    Aun así, y desde la poca experiencia que tengo, creo que siempre hay frutos. Siempre habrá gente que vuelva para darte las gracias. Me recuerdas mucho a un profesor que me enseñó mucho más que física y matemáticas y sé lo que es eso. Y algunos comentarios en este blog son prueba de ello.
    Un saludo y cuidate! A ver si un día hablamos por email si estás menos liado 🙂
    Carlos

    Me gusta

  3. Hola, Enrique. Me alegro de volver a ver este blog con vida. ¡Hace tiempo que no sabemos el uno del otro! Yo llevo un poco de experiencia enseñando algo de español a extranjeros. No conozco, por suerte o por desgracia, el acoso de un plan docente ni lo que supone una reforma en el sistema educativo, pero sí he tenido algunas experiencias poco agradables. Intento que me importe poco, pero no cobro por esas clases así que los agravios típicos de la profesión suelen desmotivarme bastante.
    Aun así, y desde la poca experiencia que tengo, creo que siempre hay frutos. Siempre habrá gente que vuelva para darte las gracias. Me recuerdas mucho a un profesor que me enseñó mucho más que física y matemáticas y sé lo que es eso. Y algunos comentarios en este blog son prueba de ello.
    Un saludo y cuidate! A ver si un día hablamos por email si estás menos liado 🙂
    Carlos

    Me gusta

  4. No te desanimes, maestro, pues eres capaz de transmitir ENTUSIASMO a tus alumnos,y entusiasmo en griego vale por ILUMINACIÓN. Y eso es tanto como decir que tu luz es capaz, debido a tus malas artes pedagógicas, de iluminar a otros. Y yo, si te vale de algo, nunca he salido de una clase contigo sin un montón de preguntas en la cabeza y una renovada voluntad de trabajar. Poco más se puede decir de un maestro.

    Me gusta

  5. Opino lo que Costu, que somos muchos los alumnos que nos acordamos de tí. Yo nunca he tenido tanta motivación con ningún profesor ni con ninguna asignatura como con tus clases. Muchas gracias por todo 🙂

    Me gusta

  6. El peor grupo de toda mi vida fue uno en que nadie hacía los trabajos, ni preguntaba. Como no hacían los trabajos, no podía corregirlos, y tenía mucho más tiempo para explicar. Cuando bastante antes de mediados de curso tenía todo el material impartido, me negué a seguir explicando: podían poner en práctica lo aprendido o preguntar lo que no entendieran. El resto del curso me hicieron todo el rato preguntas sobre sus estudios universitarios. No aprobó ni uno, claro.

    Me gusta

  7. La docencia requiere mucho esfuerzo -si se quiere hacer bien, y no cumplir la papeleta. Por eso desgasta y te cansas de intentar educar a según que alumnos. Cuando te toca un grupo bueno -tengo esa suerte ahora- pagarías por enseñar. Pero cuando te toca un grupo malo (yo tuve uno en el que todos pertenecían a los dos últimos apartados) es como subir una cuesta sin fin.
    Cuando eres joven la subes. Pero a medida que pasan los años y has subido muchas cuestas cada vez tienes menos ganas.

    Me gusta

Deja un comentario