Segundas oportunidades

Por estas fechas y a estas horas el año pasado, estaba en el hospital. Acababan de ingresar a mi padre, que iba a morir al día siguiente, temprano en la mañana. Esta noche no dejan de venirme recuerdos. Ojalá estuviera aquí para ver a M, que bien orgulloso estaría de ella. Ojalá tantas cosas hubiéramos hablado. Ojalá tantas y tantas cosas…
Muchos de vosotros escribisteis comentarios cuando anuncié la muerte de mi padre. No recuerdo si llegué a decir cuánto ayudaron a mi madre ni si dije cuánto os lo agradecía. Dicho queda.
M2, la hija de M y ahora mía, me ha telefoneado mandándome «un besito para mi papá». Estoy conmovido.
Echo de menos a mi padre. A muchos os pasará igual en su momento, lamentaréis no haber hablado de cosas de las que marcan con gente que os importa y en su momento no tendrá remedio. Querréis que el tiempo vuelva atrás y haber dicho lo que fuera necesario. Os hago este regalo: vuestro deseo ha sido concedido. Volvisteis atrás, leísteis mi mensaje y ahora es la segunda oportunidad. Aprovechadla.

3 comentarios en “Segundas oportunidades

  1. Yo soy huérfana.
    Tuve la suerte de estar, las dos veces, y cuidar a mis padres hasta el final.
    ¿Sabes?
    Es inútil. No hay retroceso. Por mucho que hayas dicho, hecho, estado…. hubieras querido más tiempo. Más. Horas, días, años…
    Y ahora miro atrás y miro sonriendo. Me dejaron tantas y tantas cosas que por tiempo que tuviera….. no sería suficiente para contarlas a los que me suceden.
    Así es la vida: Increible y finita.
    Saf ;-))

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  2. El camino se cierra detrás de uno según lo anda, y aunque a uno le adviertan vehementemente de las penas que no pudo remediar desde el sendero contiguo, el caminante cambia su mundo para hacérselo más justificable, más llevadero a sí mismo, para convencerse de que está en lo correcto y engañarse pensando que siempre habrá tiempo. Todas mentiras complacientes, nunca hay tiempo suficiente para lo que queremos o debimos hacer; muy pocas circunstancias son verdaderamente insalvables y aunque no nos guste – o no podamos verlo – casi todo está en nuestra mano. Por eso irrita tanto que nos recuerden cómo obramos, qué dijimos, o que nos digan el «ya te lo advertí». Cuanto más trecho recorramos más se acumularán estas ocasiones. Al fin y al cabo es nuestro camino, y el rumor, ajeno.
    Buena suerte Enrique.

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